El sueño de Natalie Dessay era ser bailarina, "pero no tenía cualidades, como tampoco para mi segunda opción, ser actriz". Comenzó a amar la ópera al comprobar que era la suma de sus tres pasiones: "Expresión, actuación, y voz, el instrumento más bello", dice esta soprano francesa.
Nació en Lyon hace 42 años y el domingo 30 de marzo visitó Madrid, para actuar junto con la Orquesta Sinfónica de Madrid en el Teatro Real, bajo la dirección de José Luis Cobos.
Dessay se confiesa horas antes de su actuación:
"Siempre he vivido en un mar de dudas, algunas me ayudan y otras me destruyen, no confío, no veo lo que otros ven... tengo muchas dudas. Algunas me sirven para mejorar, pero otras me destruyen" y lo que es aún más impactante es que antes "odiaba la ópera pero ahora la veo como la fusión de los tres aspectos artísticos que yo tanto amaba".
Debutó como solista en 1989 y se define pues como "cantante por exclusión". Menuda, de apariencia frágil, luce un físico que encaja a la perfección con las heroínas que le han dado fama, como la Manon de Massenet, la Ofelia del Hamlet de Ambroise Thomas, la Lucía de Lammermoor, de Donizetti; la Lady Macbeth de Verdi, o la Norma de Bellini.
Pasión por las locas
La de Ofelia y la de Lucia di Lammermoor son dos míticas escenas de locura y, no es que la intérprete "sienta especial interés por este tipo de arias, pero los autores de ópera las adoraban. La locura o la muerte era el destino más común de sus heroínas".
La Dessay canta un espectáculo creado especialmente para ella, que ha estrenado en Madrid y que incluye arias de La belle Helene, de Offenbach; Le chausseur maudit, de César Franck y la novedad de escucharla en la Violeta de La Traviata, la ópera de Verdi que actualmente ocupa el centro de sus investigaciones y ensayos, pues la llevará al escenario, por primera vez, en Santa Fe (Nuevo México, EEUU).
"Lo cierto es que adoro los papeles de mala -admite-, tengo la voz de un ángel pero soy una verdadera bruja", comentó durante su presentación a los medios en Madrid.
Existe un antes y un después en la vida de la soprano, dividida por el quiebre que supuso, entre 2002 y 2005, dos operaciones en las cuerdas vocales. Hasta aquel entonces se había centrado en el repertorio romántico pero a partir de entonces decidió "dedicar los próximos diez años a la exploración de nuevos mundos, el barroco y el siglo XIX italiano".
En aquel momento de crisis sus dudas llegaron al límite, "soy proclive a la autodestrucción y eso es peligroso" y ahí fue cuando perdió la voz: "Esa fue la excusa para tomarme el tiempo de descanso y reflexión que necesitaba".
ADN.es EFE