"Canto ópera", contestó Paul Potts, un vendedor de teléfonos móviles de 36 años.
Después de la fama conseguida al triunfar en el programa de la TV británica, Potts se dedica a lo que más le gusta: la música y con ello comenzó una nueva e insospechada vida.
Este hombre de seductora voz viajó a Barcelona con su primer álbum, One chance, bajo el brazo y mil compromisos para atender en una intensa gira promocional que continuará en Madrid y otras importantes ciudades europeas. El próximo 1 de diciembre, le espera la Royal Variety Performance una velada artística a la que asistirá la reina Isabel II de Inglaterra.
"Estoy algo nervioso con ese concierto, claro, pero es que siempre me he puesto nervioso antes de salir a cantar y también en las entrevistas", reconoce este afortunado hombre nacido en Bristol hace 37 años. "La fama es extraña. No me acostumbro", afirma.
Sin embargo, Barcelona no lo recibió bien en una oportunidad anterior. Paul Potts, que nunca pisó un conservatorio, se presentó al Concurs Internacional de Cant Francesc Viñas en el año 2000 y fracasó. "Ni pasé los preliminares y me recomendaron que aprendiera a pronunciar bien el italiano. Aquello me dejó muy tocado. Barcelona me dio una lección que me puso los pies en la tierra", dice Potts. Siguiendo el consejo viajó dos meses a Italia donde fue invitado privilegiado a una master class de Luciano Pavarotti, uno de sus ídolos, junto con Josep Carreras y Carlo Bergonzi.
ECONOMÍA SANEADA
Su situación financiera, al igual que su vida, han cambiado radicalmente tras el concurso "Britain's got talent", que pronto tendrá versión española en Cuatro. El dinero ganado con el premio (147.000 euros) lo utilizó para pagar deudas.
"Compré unas gafas de sol y un collar a mi mujer. Mi filosofía es que no hace falta comprar nada si lo que tienes está bien así que, sigo viviendo como antes, en la misma casa, y tengo el mismo coche".
Por si el éxito se va tan rápido como vino, no se ha despedido de su trabajo en la tienda de móviles. "Tengo la puerta abierta en ella por si necesito volver", reconoce Potts, una persona más bien tímida cuya carrera operística se truncó. Un tumor y un accidente le obligaron a a abandonar una pasión que le llevó a cantar óperas como Aída, de Verdi, y Manon Lescaut, de Puccini, con una compañía de aficionados.
"Yo pagaba por cantar. Todos en el grupo poníamos dinero para hacer las producciones", indica. Ahora, en cambio, se siente el hombre más feliz del mundo. "Es como si todos los regalos de Navidad de mi vida me los hubieran dado ya".
Un acosador se puso en contacto con él para pedirle disculpas tras verle en la tele. "Le dije que no tenía nada que perdonar, aquello era parte del pasado. No hay que mirar hacia atrás". Fuente: 06-11-2007 El Periódico.com (Cataluña, España)